La mayoría de los bolivianos, así como cualquier ser viviente en este planeta vivimos en un entorno artificial y no Natural, operado por máquinas que funcionan con combustibles fósiles, la mayoría pasamos más del 90% de nuestras vidas dentro de los edificios o casas.
Muchos de nosotros pasamos más tiempo en nuestros automóviles que afuera, por lo que no podemos hablar solo de la contaminación del aire exterior, sino que debemos investigar la contaminación del aire interior.
Debido al aumento en la población se han construido más edificios y para abaratar costos, estos se han hecho más pequeños, el efecto se convirtió en el «síndrome del edificio enfermo». Al reducir el flujo de aire, hemos atrapado toxinas transportadas por el aire dentro de nuestros edificios.
Desde entonces, nos hemos dado cuenta de que se necesita aire fresco para que las personas estén sanas en los edificios. También hemos descubierto que las cosas con las que hacemos edificios y las cosas que colocamos y usamos en los edificios pueden contaminar el aire interior y afectar la salud de los habitantes.
Hoy en día ya se han hecho estudios sobre la calidad de aire interior y esta mostró que el aire interior a menudo está más contaminado que el aire exterior y estimó que los costos de salud y productividad son de decenas de miles de millones de dólares.
El estudio determinó que el gas radón que se filtra en los edificios desde el suelo es considerado como la segunda causa principal de cáncer de pulmón en Estados Unidos después de los cigarrillos. En algunas regiones del país, los edificios evaluados con niveles de radón representan un riesgo para la salud equivalente a fumar veinte paquetes de cigarrillos al día, estos datos aún no son tan contundentes en Bolivia.
Es probable que todos suframos algunos efectos menores en la salud del aire interior. Es más probable que tengamos resfriados y gripe en invierno cuando cerramos los edificios. Muchos de nosotros sufrimos un sistema inmunológico debilitado (más en esta época que andamos todo el tiempo con barbijo, pero ese es otro tema para otro artículo), fatiga, dolores de cabeza y dolor en los ojos como resultado del aire interior contaminado, Hemos elegido vivir dentro de entornos artificiales sin comprender primero cómo afectan nuestra salud.
Contaminación del aire exterior
Los contaminantes del aire exterior incluyen ozono, material articulado, óxido de nitrógeno, monóxido de carbono, metales pesados y otros contaminantes. Las fuentes primarias son los vehículos de motor, las centrales eléctricas de carbón y las instalaciones industriales.
Los niños son particularmente vulnerables a la contaminación del aire porque, en relación con el peso corporal y la superficie de los pulmones, respiran más aire que los adultos. También pasan más tiempo al aire libre cuando las tasas de contaminación son más altas y tienden a ser más activas cuando están al aire libre, lo que aumenta la frecuencia respiratoria y, por lo tanto, la exposición a los contaminantes del aire.
Los contaminantes del aire están asociados con un aumento de las enfermedades respiratorias agudas y síntomas como empeoramiento del asma y función pulmonar reducida.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula que en la actualidad hay más de 300 millones de pacientes con asma en el mundo, y en 2020 fallecieron más de 270.000 personas por esta afección.
Las muertes por asma han aumentado cerca de un 20% en los últimos años y esta tendencia continuará en los próximos 10 años si no se toman medidas urgentes. El asma está presente en todos los países, independientemente de su grado de desarrollo.
Más del 80% de las muertes por asma ocurre en países de ingresos bajos. Para lograr un control eficaz es imprescindible que los programas de salud contemplen la difusión de un incentivo hacía el contacto con la naturaleza.
Nuestros pulmones se encuentran entre los principales puntos de contacto del cuerpo con el mundo exterior. Inhalamos aproximadamente 15.000 litros de aire, el oxígeno es necesario para que nuestros músculos funcionen, de hecho, el propósito del entrenamiento físico es mejorar la capacidad del cuerpo para administrar oxígeno.
Como resultado, cuando hacemos ejercicio, podemos aumentar nuestra ingesta de aire hasta diez veces nuestro nivel en reposo. Un atleta de resistencia puede procesar hasta veinte veces la ingesta normal. La respiración por la boca durante el ejercicio evita los conductos nasales, el filtro de aire natural del cuerpo.
Estos hechos significan que cuando hacemos ejercicio en aire contaminado, aumentamos nuestro contacto con los contaminantes y aumentamos nuestra vulnerabilidad a los daños a la salud.
¿Qué podemos hacer con todo esto?
Parece alarmante estos datos y lo es, pero más allá de pensar en todos estos contaminantes que si nos afectan a nuestra vida, lo que tenemos que hacer es tomar consciencia y empezar a vivir en contacto continuo con la naturaleza, salir al campo, tener plantas en nuestras casas o departamentos y contribuir al cuidado de los árboles que son estos que nos dan un aire más puro.
La contaminación acústica
Hay todo tipo de ruidos. Algunas brindan diversión escuchando música, niños riendo, pájaros cantando, etc. La suave brisa que sopla entre los árboles o el sonido del océano rompiendo en la orilla pueden traernos mucha alegría. Hay otros sonidos que nos provocan estrés y disgusto: el tráfico en las horas pico, los aviones en el aire, los autos que hacen sonar sus bocinas.
El ruido molesto, despierta, enoja y frustra a las personas. Interrumpe la comunicación y los pensamientos individuales y genera estrés, lo que perjudica la calidad de vida de las personas y su entorno. La solución no es sencilla, pero todos podemos hacer nuestra parte. Apague la televisión, el estéreo y la radio. Escuche en silencio a la persona con la que está conversando. Si hablas en voz baja, podrás comunicarte con tus seres queridos y ellos serán mucho más receptivos a lo que tengas que decir.